JUEGOTECAS:¿PORQUE?, ¿PARA QUE?

Los niños y niñas del mundo tienen derecho a la vida, a la libertad, a la identidad, al respeto, a la igualdad, a la no explotación, a la libre expresión, a la salud, a la educación, y también, a jugar. Tan vital como alimentarse, educarse, tener un techo y un nombre, es poder jugar. Porque el juego es inherente al hombre y lo acompaña durante toda su vida, porque es herramienta de desarrollo, permite pensar, reflexionar y, siempre, volver a empezar. Sin embargo, no pocos son los factores que, en el mundo, y particularmente en las grandes ciudades, atentan contra el juego.
“En la ciudad de Buenos Aires hay espacios públicos, hay plazas y grandes parques, pero como se han vuelto peligrosos se los enreja y terminan siendo sitios prolijos y cuidados, aptos para ser vistos pero no para ser vividos”, señala el recreólogo Marcelo Ayuso, ex coordinador del programa Juegotecas Barriales del Gobierno de la Ciudad (GCBA), y sigue: “Al mismo tiempo, se ha transformado la vía pública: antes la calle era un lugar de juego y encuentro, hoy es un espacio donde se privilegia a los autos por encima de las personas. A la vez, han desaparecido las casas con patios donde los chicos jugaban; además, una gran cantidad de gente vive en inquilinatos donde las reglas impiden jugar en los pasillos, entonces los pibes tienen que estar recluidos. Los clubes de barrio agonizan, y los privados no están al alcance de todos. Y en los niveles socioeconómicos más altos, donde las casas son enormes, y hay jardines y juguetes y sí se puede pagar el club, encontramos chicos con agendas absolutamente colmadas de actividades en función de un presunto progreso educativo, social, formativo, donde lo único que hacen es cumplir obligaciones”.
La amenaza al juego, al tiempo, a las herramientas y a los espacios para jugar, alcanza en las sociedades contemporáneas niveles de gravedad. No obstante, ya en la década del ´60 organizaciones internacionales como la International Play Association (IPA) y Lekotek, alertaban sobre este problema. “IPA surge a raíz de la preocupación de un heterogéneo grupo de profesionales ante el crecimiento de las mega-ciudades y la retirada de espacios verdes para el tiempo libre”, cuenta la profesora Beatriz Caba, directora de programas de IPA Argentina. En el caso de Lekotek, el germen es la necesidad. “Nuestra institución es el resultado de la iniciativa de mamás con chiquitos con ciertas discapacidades para los que entonces no había juguetes apropiados, que son los que van a crear estas madres. La misión es la integración del niño con necesidades especiales a la familia y a la comunidad”, define Daniel Calvo, director ejecutivo de Lekotek Argentina.
¿De qué hablamos cuando jugamos?
Ante la desaparición de espacios libres para jugar, la retirada de la calle como ámbito de juego, la (in)seguridad como rector de la vida en la ciudad y la seducción de los objetos del mercado, no siempre aptos para todos, el juego es señalado como un derecho vital que debe ser rescatado. Pero, ¿de qué tipo de juego se trata?
“IPA defiende el juego libre de la infancia, el juego espontáneo que es incluso anterior a la cultura, el que todo hombre necesita para poder construirse como persona. Los niños han jugado desde siempre, jugar es parte de la construcción de la subjetividad, es poder comunicarse, es pensamiento y es acción, y es logro también”, define Caba. Y desde Lekotek, coinciden: “El juego fundamental es el espontáneo. Todas las formas espontáneas y naturales que van apareciendo en los niños, desde el origen del juego que está en el origen de la relación del hijo con la madre, que es la encargada de abrir el espacio lúdico, que es el lugar de la ilusión, a través de las caricias, las miradas. Es ese juego que comienza y nunca termina, porque así como la presencia o ausencia del juego en la infancia marca los niveles de salud mental, física y social de un niño, también lo definen como adulto”, señala Sergio Fajn, coordinador de programas de Lekotek Argentina. Para Calvo, se trata de “una práctica necesaria y determinante para el desarrollo de capacidades y de la dimensión de sujeto, para el crecimiento del niño como persona que va a insertarse en un marco laboral y social. Porque como jugar es libre y espontáneo, jugar se juega siempre y en todos los ámbitos”.

Jugar (también) es cosa de grandes
“El impulso lúdico, esencia del hombre, al ser desplegado permite desarrollar la imaginación y la creatividad que son dos elementos básicos para poder ser una persona con un potencial de desarrollo flexible, alguien capaz de adaptarse a diversas situaciones, de enfrentar conflictos y encontrar más de una solución para un mismo problema. La realidad actual presenta una serie de obstáculos a sortear, tecnológicos, de conocimiento, sociales, por eso necesitamos seres –niños, hombres- que puedan enfrentarlos, adaptarse y no deprimirse”, señala Caba.
Para Calvo; “Cuando un adulto tiene la capacidad de resolver problemas en el ámbito laboral, atravesado por las reglas duras y formales de la institución, es porque lo lúdico tuvo espacio de jerarquía en su vida de niño, y esto porque el juego, en tanto es matriz, va a operar a lo largo de toda la vida”.
Sin embargo, para muchos adultos, jugar es cosa de chicos, algo menor, imposible de sostener de grandes, y plantea no pocos miedos.
“En general, el adulto no sabe qué hacer con el juego, le genera dudas. Los papás, sobre todo de niños chicos, no saben qué hacer, cómo o a qué jugar porque sus hijos nunca se cansan y porque no se sienten capaces de acompañarlos”, sostiene Fajn, y explica: “Algo fundamental es que los adultos puedan recuperar el valor del juego también en su vida de grandes, recuperar el placer por y en el juego y desde ahí ir al encuentro con sus hijos. Es muy importante para los chicos encontrar que los adultos todavía la pasan bárbaro jugando”. Para Calvo, “no se trata de a qué jugar, ni cómo jugar, ni con qué, sino de la actitud lúdica. Lo más importante es el posicionamiento lúdico de una persona frente a la otra, por ejemplo, la actitud de la mamá con el bebé que sin pensarlo y de manera natural crea un ambiente de juego cuando amamanta o da de comer”.

Tiempo de juego
A la falta de espacios aptos se suma la ausencia de tiempo, de chicos y grandes, como un obstáculo importante para el juego. “Hoy nos encontramos con chicos con agendas completas, escuelas absolutamente académicas, niños sobrecargados de actividades, sin tiempo libre”, alerta Caba, quien señala que: “Aún cuando no existen reglas al respecto, todo niño debería jugar al menos entre dos y tres horas diarias, jugar eligiendo él a qué, dónde y cómo, no porque en la escuela le dicen ‘jugá’”.
En tiempos de competencia extrema, producción continua y exitismo, en sociedades donde el tiempo de ocio es visto como pérdida de tiempo o cuanto menos algo sólo disponible para unas pocas ocasiones, enfatizar el derecho al juego como posibilidad de libre elección, no es tarea sencilla.
“Llegamos hasta acá por la forma que ha tomado el desarrollo de las sociedades, pero el juego forma parte del ser humano desde siempre, el desarrollo del hombre se hizo jugando y experimentando, lo que sucede es que cuando el progreso se tecnifica y especializa comienzan a valorarse cuestiones que tienen que ver más con el tener que con el ser”, reflexiona Caba. Quizás por eso, el jugar, aún cuando se presenta como algo simple y natural, no es siempre tenido en cuenta. “Pero sin embargo, el juego es espacio vital, no debe ser entendido como pasatiempo cuál ‘pérdida de tiempo’. Cuando una mamá canta y abraza a su hijo, crea sentidos y significados y establece un vínculo de carácter lúdico que es esencial para la construcción de ese bebito como sujeto”, define Calvo. Por su parte, Caba explica que: “Jugar en familia ayuda a que el núcleo se integre y se conozca de verdad, porque cuando uno juega con el otro tiene la posibilidad de conocer todas sus capacidades y no sólo de ver los problemas. Jugando, los chicos pueden mostrarnos sus intereses, emociones y dificultades. Además, es ‘otro’ el vínculo que papá y mamá logran con sus hijos cuando pueden conectarse a través del juego y no solamente a través de la disciplina y el deber ser. Esto no implica no acordar reglas o no poner límites, jugar no es permitir todo; los mismos juegos tienen reglas y uno puede aprender a respetarlas a partir de una comunicación lúdica y no de un sermón”.
Entre risas, canciones, lápices de colores y tortas de barro, con nuevas reglas o respetando los acuerdos de siempre, entre la discusión y el consenso, el juego invita a participar, permite vincularse, posibilita la expresión, es herramienta para crear y transformar. Necesidad del niño, urgencia de los grandes, esencia de un mundo para poder ser.
Juguemos en el barrio
Jugar es posibilidad de aprendizaje y herramienta de inclusión por cuanto permite construir estrategias para abordar, también, las problemáticas más complejas. Por eso, Lekotek juega en barrios marginales, en la Ciudad, en el conurbano, en la provincia de Bs. As. y en Rosario; así lo cuenta Fajn: “Los niños que viven en la pobreza carecen de materialidades y también de situaciones apropiadas para jugar, tienen menos acceso a juguetes y a lugares apropiados para el juego, en general sus familias no tienen tiempo para jugar y no consideran importante el juego. En las Juegotecas Comunitarias de Lekotek las mamás de los chicos del barrio reciben capacitación para el juego. En su mayoría son mamás que han nacido en barrios ligados a la pobreza y en sus relatos sobre el juego todas coinciden en señalar que recuerdan muy pocos juguetes en su infancia pero también muy poco tiempo de juego, tienen escasos recuerdos de sus adultos jugando con ellas, porque eran adultos que buscaban traer el plato de comida todos los días, hacer lo imposible para llevarlos a la escuela, pero no consideraban que el juego fuera importante. Ahora ellas, de adultas, encuentran en las Juegotecas un acto reparatorio doble: es la oportunidad de capacitarse y (re)encontrarse con el juego y también de encontrarse con sus propios hijos para que no sufran lo que ellas han sufrido de chicas, es decir, tener la oportunidad de que los niños puedan jugar con los adultos, en espacios y con objetos apropiados”.
A fin de garantizar, como Estado, el derecho de todos los niños y niñas al juego, también el GCBA sostiene, desde el año 2000 su propio programa de Juegotecas Barriales. “El juego es un derecho tan importante como el derecho a la alimentación o a la vivienda, en realidad, no hay un derecho que sea más importante que otro, los derechos no anulan unos a otros,” explica la licenciada Virginia Guardia, coordinadora del programa junto a Ayuso, y sigue: “Decimos que jugar es vital porque el chico que no juega está perdiendo muchas cosas para su desarrollo: quien no juega no crea, no comparte, no fortalece sus vínculos con los otros. Todo niño debe comer, debe tener una familia, una casa y educación, y al mismo tiempo, debe, tiene que poder jugar. Y el Estado debe, tiene, que garantizarlo”.
En la Ciudad funcionan Juegotecas en Barracas, Boedo, Almagro, Abasto, Chacarita, Lugano, en la Villa 24 y en la Villa 15; en Centros Culturales, Comedores y Centros Comunitarios, Bibliotecas y Centros de Salud. Chicos desde los 3 y hasta los 13 años, en dos grupos divididos por edades, juegan todos los días, durante dos horas, bajo la coordinación de profesionales que los guían y acompañan a jugar. “Los chicos realizan todo tipo de actividades lúdicas y recreativas: desde jugar con juguetes formales hasta huerta, cine, talleres de murga y de pintura, incluso editan una revista”, comenta Ayuso. El principio que rige todas las actividades es la libertad de elección en relación a los intereses de cada grupo. “La idea es que sean los chicos de cada barrio los que definan cómo y a qué jugar porque cada chico y cada barrio es diferente, por lo mismo, las alternativas de juego, que son marca de la personalidad de cada niño y de cada barrio, son diferentes siempre, por eso cada juegoteca tiene las características propias del barrio donde funciona”, señala Guardia.